miércoles, 24 de febrero de 2010

CASCADAS DEL RIO CADAGUA

En lo más profundo del Valle de Mena, provincia de Burgos limítrofe con Vizcaya, lugar de pueblos ricos y protegidos, tiene su nacimiento el Cadagua, uno de los principales afluentes del Nervión. El río, aquí recién parido, se muestra lustroso y limpio antes de abrirse paso al Cantábrico y arrastrar consigo las emponzoñadas aguas que, cerca de Barakaldo, posará sobre la ría. Para acceder a su nacimiento hay que pasar por el pueblo de Cadagua, del que parte una senda que en escasos minutos dejará ver el surgimiento del caudal.

Tiene Cadagua sólidas casas y lustrosos jardincillos, amén de un extraño palomar y una fuente en la que brota abundante agua fresca. Está construido sobre las faldas próximas a los Montes de la Peña, que dejan ver sus farallones rocosos por los que discretamente se asoma el puerto de la Magdalena. En Cadagua, una aldea recoleta y bien guarnecida para las invasiones, nos enteramos, gracias al panel de bandos, que la semana del 17 de julio le corresponde limpiar el pozo lavadero a Regina y la del 24, a Armando.

También, que los días 9 y 10 del mismo mes se va a celebrar una feria ganadera en el huerto del monasterio de Santa Ana de Villasana de Mena, al que podrán acudir tanto los rebaños de pura raza como los que estén cruzados, siempre que vayan acompañados de la documentación sanitaria oficial. Además, se informa de que la Diputación de Burgos va a emprender una campaña de vacunación ganadera a la que se recomienda la asistencia a todo interesado.

Es el nacedero del río Cadagua un rincón escondido y singular que se presta al paseo sosegado y calmoso. Brota entre las grietas, de la misma roca viva; y nada más surgir, como queriendo hacer uso de su propia generosidad, regala al visitante un sinfín de cobijos acuáticos y pequeñas cascadas pintadas de verde musgo.

Pozas y cuevas

Nace el arroyo como de la nada, y poco a poco aúna aguas de varios manantiales y se convierte en un reguero gracioso al que le gusta jugar con el paisaje. El líquido cristalino corre, salta y vuela a veces por entre las rocas, ofreciendo a la vista pequeños regalos de naturalidad. Metros abajo de su nacimiento forma unas pequeñas pozas donde enreda con las aguas y crea belleza; también hay unas cascaditas por las que se despeña con virulencia conformando un ambiente bucólico, casi virginal. En las orillas, al frescor de las aguas, se arremolinan los árboles, que envuelven el cauce en una especie de penumbra que filtra la luz, como si quisiera apoderarse del sol mañanero.

Subiendo escalonadamente entre las piedras, aparecen las ennegrecidas siluetas de dos cuevas naturales, que en otros tiempos fueron buen refugio para que los murciélagos instalaran un dormidero, y que hoy se muestran al visitante violadas por algunas pinturas soeces.

Alzando la vista, en el lugar en que los montes se unen al cielo, revolotean algunos buitres casi rozando las crestas, como recordando con su tranquilo y acompasado volar su omnipresente vigilia a toda suerte de forasteros.

Aqui pongo una fotos para que descubrais el lugar













No hay comentarios:

Publicar un comentario